Cómo el agronegocio ganadero está destruyendo un recurso natural crítico
Autora: Matilde Nuñez del Prado Alanes
Artículo original publicado en inglés por Sentient Media
Los incendios de la Amazonía de 2019 captaron la atención del público —causando daños masivos a una de las reservas de carbono más importantes del mundo y provocando una condena generalizada del presidente de Brasil, Jair Bolsanaro. Sin embargo, la mayor parte del mundo ha ignorado los casi 3 millones de hectáreas de bosque seco Chiquitano consumidos por el fuego ese mismo año, y las vastas extensiones de ese ecosistema único que se han quemado hasta los cimientos cada año desde entonces.
Imagen: Fundación por la Conservación del Bosque Chiquitano
El bosque Chiquitano cubre alrededor de 24 millones de hectáreas —casi el tamaño del Reino Unido—, la mayoría de las cuales se encuentra en el este de Bolivia, ocupando más de la mitad del territorio del departamento más grande del país, Santa Cruz. Esta ecorregión alberga una gran diversidad de plantas, animales y formaciones geológicas, así como pueblos indígenas con un enorme legado cultural.
Aunque es uno de los bosques secos tropicales más grandes de América del Sur y el mejor conservado del mundo, el bosque Chiquitano está siendo deforestado rápidamente para operaciones agrícolas intensivas, principalmente de soya y cría vacuna. Sin embargo, debido a que no es tan conocido o estudiado como el bosque húmedo de la Amazonía, la mayoría del público desconoce el peligro que se avecina.
Cuando se despeja la tierra para la expansión cultivos agrícolas, a menudo se usa lo que se supone que es una quema controlada. Sin embargo, el fuego suele salirse de control muy seguido, provocando incendios, y el daño es esencialmente irreparable: emite grandes cantidades de carbono a la atmósfera, pero también amenaza la supervivencia de miles de especies animales y sus fuentes de alimento, lugares de reproducción y refugio. El humo también afecta a humanos y otros animales, causando daño en los ojos y los pulmones, y otros problemas a medida que las fuentes de agua dulce del bosque se contaminan con la lixiviación de cenizas.
Cómo comienzan los incendios y por qué se propagan
Los incendios en Bolivia casi siempre son provocados por humanos para despejar la tierra, principalmente para la expansión de tierras agrícolas, incluida la cría de animales y el cultivo de soya para alimentarlos.
Según la Fundación Tierra, alrededor del 70% de las tierras de cultivo de soya en la región están controladas por solo el 2% de los productores. La mayor parte de la producción se destina a la alimentación de animales criados en granjas, tanto en el país como en el exterior. Entre 2005 y 2019, en promedio, se exportó casi el 80% de la producción total de soya.
Si bien el cambio climático juega un papel en la intensidad de los incendios, ya que las temporadas de sequía cada vez más largas y duras y las temperaturas más altas crean las condiciones ideales para la propagación, varias instituciones de monitoreo, incluidas Global Forest Watch y Wildlife World Fundation (WWF), informan que estos incendios se deben principalmente al crecimiento exponencial de la agricultura industrial en la región —principalmente soya— y la ganadería.
Quemándose fuera de control
Durante los últimos 20 años, Bolivia ha perdido bosques a gran escala, colocándolo entre los 10 principales países con pérdida global de cobertura arbórea entre 2001 y 2021. El World Research Institute clasificó a Bolivia en el tercer lugar en pérdida de bosques entre países tropicales en 2021. La mayor parte de esta pérdida se ubica en Santa Cruz, “el epicentro de la agricultura a gran escala como la soya y la ganadería”.
Según el informe Deforestación 2016-2021, de Fundación Tierra, la deforestación entre 2016 y 2021 superó las 300.000 hectáreas por año en promedio —lo que representa una emisión anual de 30 a 40 millones de toneladas de CO2, es decir, tres veces más que las emisiones combinadas del transporte, la industria y generación de electricidad en el país.
En 2019, Bolivia sufrió el incendio más devastador a nivel mundial y uno de los peores desastres ambientales de su historia. Según WWF, 6,4 millones de hectáreas se vieron afectadas por el fuego y, como resultado, el país emitió 159 megatones de CO2 ese año.
Más de dos tercios de las áreas quemadas estaban en el bosque Chiquitano, donde se estima que murieron cerca de 6 millones de mamíferos terrestres y casi todos los anfibios y reptiles en las áreas incendiadas. Entre los animales más afectados por el fuego se encuentran urinas, capibaras, ocelotes, osos hormigueros, tejones, pumas, antas, jaguares, tortugas, lagartos y jochis, sin contar insectos. Especies endémicas, como el mono chichilo, el águila arpía de colores y la rana chiquitana, también enfrentaron alto riesgo.
Sin embargo, desde entonces, el país ha experimentado más incendios que han sido casi igual de devastadores —4,5 millones y 4,2 millones de hectáreas quemadas en 2020 y 2021, respectivamente. En cada caso, el bosque Chiquitano fue el área más afectada.
Bosques Secos Tropicales en Riesgo
Lo que significa la devastación de estos preciosos bosques es la pérdida masiva de vidas, pero el público apenas está prestando atención. Los bosques secos tropicales son considerados uno de los más importantes tipos de bosque del mundo para la conservación, y el Chiquitano no es una excepción. Allí se han registrado más de 1600 especies de animales, y, según Roberto Vides-Almonacid, director general de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, es un semillero de nuevas especies. También es fundamental para mantener el carbono fuera de la atmósfera; sólo las 54.000 hectáreas que componen el área protegida de Tucabaca —que representa menos del 1% del bosque— mitigan 1,6 millones de toneladas de emisiones de carbono cada año.
Según un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, más del 97% de la cobertura vegetal actual de los bosques secos tropicales está ahora en peligro de extinción, y esto tiene efecto dominó —el 66% de las reservas de agua dulce en América y más de 100 millones de personas dependen de estos ecosistemas. En América del Sur, donde se encuentran más de la mitad de estos bosques, algunos tienen menos del 10% de su extensión original, mientras que para otros la deforestación está aumentando a un ritmo alarmante.
Deroguen el “Paquete Incendiario”
A pesar del daño al planeta, a los humanos y a los animales que viven en la región, el liderazgo político del país está presionando por un mayor crecimiento de la agricultura industrial. El plan de gobierno del presidente boliviano Luis Arce propone superar los 18 millones de cabezas de ganado y exportar 30 mil toneladas de carne procesada por año —15 veces más que las 2 mil toneladas de exportación anual entre 2013 y 2018.
Sólo en los primeros siete meses de 2022, se exportaron 18 mil toneladas de carne por un valor de $110 millones —de las cuales aproximadamente el 80% se destinó a China, el 15 % a McDonald's en Perú y Burger King en Ecuador y el resto se distribuye entre otros países, incluida Venezuela. Vietnam y la República del Congo. La gran expansión de la ganadería está relacionada con la “Agenda Patriótica 2025”. Adoptada en 2013, esta agenda estableció el objetivo de transformar la cría de animales a sistemas semi-intensivos e intensivos para triplicar la población vacuna a dos vacas por cada habitante humano.
Para detener el daño ambiental, Bolivia debe abandonar varios objetivos de la Agenda Patriótica y derogar el llamado “paquete incendiario” —un conjunto de leyes que legalizan la deforestación, autorizan expansión agrícola con fuego y perdonan deudas por quemas ilegales. Entre otras medidas, el país debe retroceder de su pacto de exportación de carne a China y establecer mecanismos institucionales para aplicar la Ley de los Derechos de la Madre Tierra —aprobada hace 12 años pero dejada de lado desde entonces.
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